Historia de un lamento llamado Yasuní.

Erase una ves una región de América poblada de aborígenes que a alguien se le ocurrió llamar indígenas, término correcto pero que me disgusta porque por error suele asociarse a indio, termino grandemente errado al tratar de referirse a la población autóctona de América, gracias al error del Sr. Colón, en fin… estos grupos humanos fueron por decirlo de la manera mas amable, colonizados por un grupo étnico mucho mas salvaje, que en su condición de portadores de anquilosadas doctrinas imperiales, decidieron violentar las culturas ancestrales de nuestros antepasados.

Desde esos tiempos a la fecha pareciera que una enfermedad mental se apoderó del planeta, puesto que se perdió de la memoria colectiva esa realidad. América es de los americanos, los originales, no de los colonizadores.

Pues bien, en ese sentido y obviando los razones mas legítimas, se fueron demarcando fronteras, separaciones irracionales definidas por las guerras, guerras inventadas por los poderosos de Europa, para poder desunir a nuestros pueblos, haciéndolos mas controlables.

Dentro de esas fronteras quedo como resultado uno mas de muchos “Países” que había que gobernar. De una u otra forma se infiltro la “democracia” entre las múltiples formas de gobierno que pudieron ser elegidas, y al parecer la mas convincente mas no conveniente fue la “democracia”, y lo digo porque jamás pudo aborigen alguno ostentar el poder, y contrariamente nuestras etnias ancestrales quedaron relegadas a las mas inmundas condiciones que le reservara la nueva forma de gobierno.

Con el transcurrir del tiempo se hizo común que el “indio” ocupase la última rueda del coche, eso si no le tocaba halar la carreta como cualquier bestia de carga, a nadie nunca se le ocurrió pensar en la condición de ser humano del indígena, nunca nadie se ocupó de ellos, hasta el punto de llegar a ser un lastre de la “civilización” moderna, fue tal la maldad en su contra, que en países como Argentina, de manos de Julio Argentino Roca se llegó al extremo de aplicar una campaña de “limpieza étnica”, método de extinción amparada en la excusa de la “soberanía nacional”.

De regreso a nuestro país, he de reconocer que nadie intento por lo menos de forma abierta exterminar a nuestros hermanos andinos o amazónicos, pero los hechos demuestran que tampoco se hizo nada en su favor.

Por milenios estos grupos étnicos poblaron grandes regiones a sus anchas, siempre respetando la naturaleza, con prácticas de vida guiadas por sus costumbres, todas estas amparadas en el respeto a los animales, la naturaleza, los ríos, en fin a la Pacha Mama.

Con la llegada de la "civilización" y el descubrimiento del petróleo y las cada vez mas urgentes necesidades energéticas, empresas extranjeras muy ávidas de dólares empezaron la explotación del negro mineral. De esta manera invadieron las tierras ancestrales de la selva ecuatoriana, trayendo consigo un sinnúmero de maldiciones de hecho y de omisión. La onda de la corrupción se sembró por los años 70 y llegó para quedarse.

Recientemente quedó en evidencia a nivel mundial el criminal accionar de la famosas empresas petroleras a través del juicio que legítimamente ganaran los poblados amazónicos a Texaco, por su deplorable gestión mercantilista que arrasó miles de hectáreas de selva, envenenando a sus pobladores y sumiéndolos en una catástrofe medioambiental sin parangón en Suramérica.

Curiosamente no ha habido el eco necesario por parte de TODOS los ecuatorianos que dignamente debieron haber puesto el grito en el cielo, por todos los medios y sin descanso hasta lograr que la infame transnacional cumpla con su responsabilidad de remediar las consecuencias de su nefasta gestión extractiva.

Estas practicas anti-ecológicas, anti-humanas, anti-éticas, se vienen dando en el país desde mediados de los años 70 y que yo recuerde, nunca le quedó al indígena un solo dolar en el bolsillo. Pro nadie dijo nada.

No logro imaginar cuanto se abultó el bolsillo de aquellos “gobernantes” que concedieron licencias extractivas, jugosos y ladinos contratos que en vez de enriquecer al país, lo sumieron en una cada vez mas impagable deuda externa, que de haber seguido así, como hasta la llegada de Correa al poder, ya estuviera rondando los $ 20.000´000.000 y seguiríamos encantados de ser el país mas atrasado de América del Sur.

No recuerdo ningún barullo, pataleta o reproche a aquellos gobiernos que no hicieron nada por preservar la naturaleza ni defender a etnia alguna de la amenaza que representa el negocio petrolero.

Hoy está de moda los movimientos ecológicos y son legítimas sus reclamaciones, lo que no es legítimo es su extraña forma de identificar los problemas y sus posibles autores, cuando curiosamente ocultan verdades innegables de injusticias mas antiguas.

Es que acaso a los ecologistas se les olvidó que son humanos, que tienen también responsabilidad con sus congéneres, que ellos, los “indios” también tienen derecho a vivir, y que para dar alimento es necesario conseguir primero la fuente que provea sustento y no solo para ellos, si no para todo un pueblo, que gritar a vos en cuello no logra dar salud, educación y alimento. 

Respaldar los movimientos ecologistas debe ser tarea de todos, pero igualmente necesario, es luchar por los derechos humanos, derechos que olvidaron antiguos gobiernos, gobiernos que heredaron un país miserable, gobiernos ávidos de dinero, dinero que nunca llegó al pueblo, pueblo que se batía frente a frente con el hambre y que nunca recibió un mendrugo a cambio de la desolación de sus tierras.

Ahora la nueva reyerta es contra Correa por el asunto del Yasuní. Que bien deben sentirse los que critican a Correa, se sienten inn, a la moda, que facilidad de palabra para criticar, cuanta elocuencia ecológica, cuanta verborrea naturalista. Me pregunto yo, donde estaban estos, al momento de defender a los pueblos amazónicos cuando la Texaco sembraba miseria y se llevaba millones respaldados por contratos bastardos, que de no haber sido por Correa, seguirían esquilmándonos no solo el dinero si no también la dignidad.

Correa, el presidente de todos los ecuatorianos ha conseguido cambiar diametralmente la historia de este pequeño país, empezando por los conceptos, porque para poder enfrentar los problemas es necesario identificar la raíz del mismo, cambiando los conceptos, con ideas inteligentes que se adapten a la realidad de un pueblo, no con ingenuas tendencias importadas de sociedades cuya razón siempre fue la de atracar a los mas débiles y que ahora tratan de enseñarnos como vivir, sociedades que arrasaron con pueblos enteros hasta saciar su sed de poder y hoy se atreven a indicarnos el camino a seguir. Sabían Uds. Que organizaciones como Green Peace es financiada por los Srs. Rockefeller, los magnates del petróleo a nivel mundial y desde hace ya casi un siglo. Quien sabe que oscuros poderes se ocultan detrás de estas famosas "fundaciones ecológicas" y sus directores.

La propuesta de Correa sobre el Yasuní, primero es inédita, solo a él se le ocurrió, anteriormente nadie sabía de la existencia de este paraíso de la selva ecuatoriana, una propuesta inteligente y totalmente viable, Ecuador sacrificaba $ 3.500´000.000 y solicitaba del planeta otros $ 3.500´000.000 para dejar el crudo bajo tierra. A la par de haber invertido miles de dólares para promover a nivel internacional la iniciativa Yasuní, el país no recibió mas que indolencia de parte de las comunidades mas ricas del planeta, el mundo entero se mostró impávido ante la intención de Correa, nadie hizo nada. Cuantos de Uds. Donaron al menos $10 para apoyar al Yasuní? Cuantos de Uds. Se han arriesgado como Correa al escrutinio público al intentar una aventura ecológica de tal magnitud, dice un antiguo refrán “Palo porque bogas y palo porque no bogas”

Creo que Correa se hubiera expuesto mucho menos si hubiera simplemente perforado el Yasuní, sin hacer propuesta alguna, pero al menos lo intentó y el fracaso no es solo de él, el fracaso es de todos nosotros, del país, del continente, del planeta entero, pues de haberse acogido la propuesta, el mundo entero habría perdido 3.500 millones de dólares, una minucia para países ricos del primer mundo pero hubieran conseguido mantener intacto un edén selvático que a fin de cuentas pertenece a los aborígenes a quien nadie les importan.

Al parecer el efecto buscado por aquellos que quieren detener el progreso del país ha calado profundamente en la mente de los que siempre callaron ante lo patente, hoy todos se rasgan las vestiduras, incluso los cómplices de antiguos gobiernos que nunca tuvieron en cuenta, ni al Yasuní, ni a los indígenas, ni a la naturaleza, sólo a sus bolsillos.

Bien por Correa, primero porque lo intentó, no fue como dicen algunos un engaño, fue un intento y aquel intenta y pierde, no pierde, gana, gana en experiencia y al menos deja la intención de mejorar este triste mundo, ojalá el futuro nos de mas visionarios como Correa, que se arriesguen a cruzar el río de la crítica y por último se enfrenten a los duros críticos demostrando valor en los intentos.

Tengo fe en que si se ha de explotar el Yasuní, se hará de la forma mas responsable, como todo lo que hace Correa, y también tengo fe que la riqueza que de ahí se extraiga se regará por todo el territorio nacional en forma de carreteras, de hospitales, de escuelas y colegios, de universidades y sobre todo en crear nuevas fuentes de riqueza (Cambio de la matriz Productiva) que le permitan al país salir de la dependencia del oro negro e iniciar una nueva era donde lo importante sea el hombre en sí mismo, con todo lo que le rodea y no sólo se defiendan intereses particulares. Un mejor país y para todos por igual. Cabe anotar que es obra de Correa que del antiguo 15% de las utilidades que generaban las petroleras y que se quedaba en las manos de los burócratas dorados, ahora es tansolo el 3% y el 12% restante se destina a las comunidades autóctonas que viven en los territorios donde se extrae el petróleo, dando clara muestra de su interés por los pueblos amazónicos.

Que Yasuní sea el lamento que nos recuerde que la responsabilidad sobre nuestra vidas y nuestro planeta, no recaiga sólo en el Presidente o en el gobierno, si no sobre cada uno de nosotros.